El título del nivel secundario, tal como lo conocemos hoy, funciona como una instantánea del sistema educativo, no como un retrato fiel del estudiante. El certificado analítico actual enumera las asignaturas y los contenidos establecidos por los Núcleos de Aprendizaje Prioritarios (NAP), reflejando un recorrido estandarizado. Sin embargo, no logra capturar la esencia del aprendizaje: la importancia de los contenidos que el estudiante ha logrado dominar ni las habilidades que ha puesto en juego. Esta certificación representa una visión enciclopedista y homogénea del conocimiento, dejando de lado la trayectoria única de cada persona.
En la actualidad, el título secundario se centra en la culminación de un proceso curricular predefinido. No refleja, por ejemplo, la capacidad de un estudiante para resolver problemas complejos, su pensamiento crítico para analizar una fuente histórica, su creatividad en un proyecto de diseño o su habilidad para trabajar en equipo. El certificado se limita a calificar un desempeño en una serie de exámenes, sin contextualizar el aprendizaje ni destacar la aplicación real de lo aprendido. En un mundo donde la información está al alcance de la mano, lo que realmente importa no es la cantidad de datos memorizados, sino la capacidad de un individuo para aplicar, conectar y crear a partir de esos datos.
Necesitamos una certificación del nivel secundario que sea a medida de los estudiantes, que los represente a ellos y no al sistema. Un nuevo enfoque debería considerar la creación de un portafolio digital de aprendizaje, una herramienta dinámica que acompañe al estudiante durante todo su trayecto. Este portafolio podría incluir:
Cambiar el enfoque de la certificación implica también modificar el propósito de la educación. El objetivo deja de ser "terminar el secundario" para convertirse en "demostrar lo que soy capaz de hacer". La certificación se transforma así en un vehículo para la autonomía y la identidad del estudiante. Un título que muestre lo que el estudiante sabe hacer es una herramienta poderosa para su futuro, ya sea en el ámbito universitario, laboral o en el desarrollo de sus proyectos personales.
El título de la escuela secundaria, en su formato actual, no es una representación adecuada de las habilidades y competencias que los estudiantes adquieren. Para reflejar verdaderamente el aprendizaje en un mundo no enciclopedista, se necesita un cambio de paradigma hacia un modelo de certificación más holístico y personalizado. Al centrarse en la demostración de habilidades a través de un portafolio dinámico, la certificación puede convertirse en un espejo de la trayectoria individual del estudiante, empoderándolo para un futuro más pertinente y autónomo. El desafío es pasar de un sistema que certifica el currículum a uno que certifica a la persona.