La elección en la educación es un tema central en el debate pedagógico moderno. Sin embargo, es crucial distinguir entre dos conceptos a menudo confundidos: la elección de una escuela por su oferta y la elección de la trayectoria educativa dentro de cualquier centro. Aunque ambos apuntan a una mayor autonomía y pertinencia, representan niveles de personalización y flexibilidad fundamentalmente diferentes para el estudiante. .
Este es el modelo de elección más conocido y practicado. Se basa en que las familias o los estudiantes eligen una institución basándose en el catálogo de propuestas curriculares y extracurriculares que esta ofrece.
La elección recae sobre el paquete estático de la escuela (su "oferta"). La institución ha predefinido una visión educativa, un enfoque pedagógico, o una especialización temática. Esto implica que el estudiante debe adaptarse al molde que la escuela ya ha diseñado. El poder de decisión se ejerce principalmente al ingreso a la escuela. Una vez dentro, las opciones internas de personalización suelen ser limitadas. La flexibilidad es un atributo de la institución (al tener una oferta atractiva) y no necesariamente del proceso individual del estudiante. El resultado de esta elección suele ser una mayor homogeneidad dentro de la escuela elegida. En esencia, la familia elige el "qué" va a estudiar a partir del centro educativo en general.
Este enfoque va más allá de la elección inicial del centro. Se centra en el diseño activo y cambiante del recorrido formativo del estudiante, independientemente de la especialización de la escuela. El Modelo de Cambio Profundo se acerca a esta visión al ofrecer Trayectos con asignaturas principales y contenidos básicos de otros trayectos, lo que permite una sustancial personalización del plan de estudios.
La elección recae sobre el diseño dinámico de la ruta de aprendizaje del estudiante, permitiéndole seleccionar combinaciones de asignaturas, proyectos o niveles de profundización que se alineen con sus intereses y metas, incluso si estos cruzan las fronteras de los trayectos tradicionales (como sucede al integrar asignaturas principales con contenidos básicos). Esto permite que el estudiante desarrolle agencia sobre su aprendizaje, siendo un co-diseñador de su camino. La trayectoria es única para cada estudiante y puede modificarse de forma continua a medida que evolucionan sus intereses. La flexibilidad aquí es un atributo del currículo, diseñado para ser modular y adaptable a las necesidades individuales. El resultado es una gran diversidad y personalización de los aprendizajes. El estudiante elige el "quién" quiere ser y el "cómo" va a construir ese conocimiento.
En favor de la equidad, todas las escuelas deberían tener la suficiente flexibilidad como para permitir que los estudiantes elijan su trayectoria independientemente de la institución a la que asistan. Limitar la personalización a aquellas escuelas que ya poseen ofertas especializadas puede perpetuar desigualdades, ya que la capacidad de elección real quedaría restringida por factores geográficos o socioeconómicos. La flexibilidad curricular no debe ser un privilegio de la escuela de élite, sino un derecho del estudiante que le asegura pertinencia en su aprendizaje, sin importar el centro educativo. La capacidad de diseñar la propia trayectoria es una herramienta de equidad que democratiza el acceso a una educación verdaderamente relevante.
La diferencia clave reside en dónde se ubica la flexibilidad y el poder de decisión. Mientras que elegir una escuela es seleccionar un punto de partida predefinido, elegir una trayectoria es construir un mapa personal que se ajusta y evoluciona con el estudiante. El rol del estudiante pasa de ser un consumidor que se adapta al menú a un co-creador que diseña su propio recorrido. Este último enfoque es el que mejor prepara a los estudiantes para la complejidad del futuro, fomentando la autodirección y la capacidad de adaptación como competencias clave.